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El viento de lo imposible

Hay amores inmensos como el infinito que sin embargo no encuentran tiempo ni lugar para existir. Solo me he enamorado dos veces, una siendo niña y otra siendo adulta y las dos me quebraron el alma de un modo u otro. Todo eso lo guardo en una caja pequeña y sin esquinas, indestructible.
Creo que cuando nos enamoramos fuera de tiempo y de lugar, sin que pueda ser, es señal de que la vida nos está poniendo a prueba. La vida es una auténtica arpía. No sabe administrar sus pasiones, por momentos nos hace creer que somos eternos, nos miente con demasiada frecuencia y nos hace creer que siempre es posible querer y ser querido.
Y así, caemos hasta el fondo, nos perdemos sin atender a la certeza de que todo acabará.
Cuando más maravillados, cuando más perdidos estábamos en el juego de sus engaños y los nuestros, la vida vence. ¿Dónde se esconde los manuales del amor? ¿ De que respaldo sacar las instrucciones de emergencia? ¿Donde y en que queda el tiempo de querer cuando no se puede querer?
El viento de lo imposible es feroz, ruge inconmovible hinchando las velas de nuestras ilusiones hasta hacerlas estallar, hasta desgarrarlas en mil pedazos de fustración. Y una vez, vencidos, desalados, la vida se aparta de nosotros dejándonos el terrible peso de haber alentado un sueño inalcanzable.
Ojala supiéramos prever y desdeñar los engaños del tiempo y del amor. Somos insignificantes motas de polvo a merced de un soplo de perversas circunstancias. Es difícil destreñar la nada que deja un amor que nace condenado a la nada. No se pueden contar los días que nos arrebata esa utopía, ni cuanto duele cada minuto, cada segundo, con todas sus centésimas, milésimas y milmillonésimas de angustia.
La vida y el amor son juegos perdidos, eso dicen los poemas y las canciones. Pensar que es absolutamente cierto encoge el corazón, tanto que apenas lo siente una latir...

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